1 de noviembre de 2020
Cuando la Ley ha hecho a todos los hombres
iguales, la única distinción que los separa es la que nace de su educación
(...) el hijo del rico no será de la misma clase del hijo del pobre si no los
acerca alguna instrucción.
Condorcet[1]
Hace unos días leía: “Hay mucho trabajo por delante, empezando por la educación. Son demasiados los estadounidenses que, en realidad, no comprenden la democracia ni la seriedad del arte de gobernar. Desde hace décadas hemos mezclado tanto la fama y la política que la mayoría de la gente no distingue entre las dos cosas. En el primer mitin de Trump al que asistí, en plena campaña, en un aeropuerto de Sacramento, los asistentes se quedaron deslumbrados al ver llegar al personaje de los reality shows en su avión privado. Se rieron de sus chistes y le hicieron fotos con su gorra roja. No hubo nada remotamente parecido a una discusión seria sobre temas importantes …
No tiene nada
de malo que la gente vaya a un aeropuerto a ver a un personaje de televisión.
Pero votar para que él dirija el país es señal de que no sabemos lo que es
gobernar y de que no nos tomamos en serio a nosotros mismos, nuestra nación ni
nuestra historia. Y ese es un fracaso del que somos responsables todos como
padres, educadores y ciudadanos.
Lo
leía en un artículo publicado en El País titulado “Estados Unidos: al borde del abismo” de Dave Eggers[2].
Comparto
estas palabras que ponen a la educación como el motor transformador de la
sociedad para lograr un mundo mejor para tod@s. Después de leerlo he pensado
-Tengo que escribir sobre educación-, la profesión y pasión que me han
acompañado toda mi vida.
Solamente
los gobiernos que comprenden que la educación es clave para mejorar una
sociedad, dedican esfuerzo, ganas, motivación, ilusión y recursos para poner en
marcha un proyecto educativo que genere igualdad, espíritu crítico,
independencia de pensamiento y solidaridad entre la ciudadanía. Desde los
gobiernos, es absolutamente necesario poner la educación en el centro de todas
las políticas. Porque es el germen de cualquier cambio, cualquier
transformación dirigida a mejorar la sociedad en igualdad, justicia social,
sostenibilidad, progreso; a hacer que las personas crezcan en autoestima y
confianza y vivan más libres y más satisfechas con ellas mismas.
Y
eso fue lo que hizo la II República en España, porque el gobierno republicano
sabía de la importancia de la educación para alcanzar la democracia. “España no será una auténtica democracia
mientras la mayoría de sus hijos, por falta de escuelas, se vean condenados a
la perpetua ignorancia”, se afirmaba en el Decreto en el que se proyectaba
la creación de 7.000 plazas de maestros y maestras en 1931[3].
En
aquel año, España tenía un enorme retraso en educación, ciencia y tecnología
con respecto a otros países europeos; retraso que se reflejaba en la existencia
de más de un millón de niños y niñas sin escolarizar; una tasa de analfabetismo
de cerca de un 43% entre los mayores de 10 años; pocas escuelas y en malas
condiciones; una escuela rural casi inexistente; unos sueldos más que exiguos
para maestras y maestros, que además tenían una formación deficiente, y una
legislación anticuada y controvertida.
Y
enseguida la República se puso manos a la obra, aprobando la Constitución el 9
de diciembre de 1931 que incorporaba en sus artículos 48, 49 y 50 las
siguientes características de la escuela republicana:
- Escuela única, basada en el principio de igualdad.
- Escuela pública, obligatoria y gratuita, capaz de garantizar la desaparición de diferencias por razón de clase, territorio, sexo.
- Escuela
laica, considerando la religión un asunto íntimo que concernía al ámbito
privado y no al público.
- Con
una metodología activa, convirtiendo a cada alumno en protagonista de su propio
aprendizaje.
- Educación
para la solidaridad, enarbolando la colaboración frente a la competitividad y
la formación de la ciudadanía como eje de transformación social.
No
deja de ser absolutamente sorprendente que casi un siglo después, sigamos sin
conseguir algunos de los principios básicos de una educación que sea garante de
la igualdad y que ya aparecían en la Constitución de la II República: Escuela
pública y laica.
Las
diferentes leyes orgánicas de educación de la democracia no han logrado que, en
nuestro país, la escuela sea pública porque los intereses económicos de la
Iglesia, en cuyo poder se encuentra la mayoría de los centros
privados-concertados, son defendidos con uñas y dientes por los partidos
políticos de la derecha y por esta institución, que hace negocio con un derecho
fundamental, la educación. Además de promover la segregación económica del
alumnado como se ha indicado por diferentes autores y organismo, entre ellos la
OCDE. Y todo ello baja el mantra, que ha calado en la población, de libertad de
elección de centro, que, a pesar de lo que dicen, no aparece en el artículo 27
de la Constitución.
Ni
tampoco es laica porque de nuevo la larga mano de la Iglesia impide que lo sea.
El franquismo asentó en nuestro país el poder de la Iglesia, que mantuvo bajo
palio al dictador, y 45 años de democracia no han sido suficientes para lograr
un estado laico.
La
LOGSE (Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo) de 1990 fue un
avance importante. Ha sido la ley más progresista en este país después de II
República, aunque no apostó claramente por la escuela pública y laica ni contó
con la aportación económica suficiente. Es decir, no supuso una apuesta real y
verdadera por la educación en nuestro país. Es verdad que potenció la formación
del profesorado; fue el momento de la creación de los CPS (Centros de
Profesores), de los cursos de actualización científica y didáctica, de los
formadores de formadores, … pero faltó dinero para poner en práctica una ley ambiciosa
en muchos ámbitos, y la formación del profesorado no llegó a todos los
rincones. Y sin el apoyo, sin la formación del profesorado es muy difícil
implementar una ley desde el corazón, creyendo en ella.
También
tuvo otros fallos, porque siempre existe una brecha entre la teoría y la
práctica. Pero en lugar de hacer una evaluación, detectar los errores y
ponerles remedio, la derecha entró a saco por lo que consideraba pérdida de
algunos privilegios. Y elaboró la LOCE (Ley Orgánica de la Calidad de la
Educación), que nunca se puso en marcha porque el PP perdió las elecciones siguientes
y no desarrolló la normativa. La LOE (Ley Orgánica de Educación) fue un pacto
educativo, rebajó planteamientos respecto a la LOGSE, pero aun así la derecha
insaciable aprobó y puso en marcha la LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la
Calidad Educativa), sobre la que se mostraron contrarios todos los demás partidos
políticos y, sobre todo, toda la comunidad educativa (alumnado, profesorado y
familias). Y así llegamos a la actualidad en la que se está elaborando la
LOMLOE (Ley Orgánica de modificación de la LOE), sin que ningún gobierno haya
levantado la mano para comprometerse con la educación hasta la médula, que haya
comprendido que la educación pública y laica es la única garantía para lograr
una sociedad democrática, formada, igualitaria, crítica, transformadora y
solidaria.
Fijaos
que ha habido muchas (cinco) leyes orgánicas de organización del sistema
educativo, pero no tantas como oímos repetidamente en las tertulias, que con un
afán de confundir o por desconocimiento mezclan todas las leyes educativas, aunque
pertenezcan a distintos ámbitos y tengan distintas finalidades.
La
situación actual en España no es como en 1931, cuando la II República se volcó
con la educación, pero hay indicadores bastante alarmantes que exigen
respuestas inmediatas, como son el porcentaje del PIB (Producto Interior Bruto)
dedicado a educación (el 4,21%, en 2018, frente
a la media europea del 4,7 o los valores de Islandia o Suecia de alrededor de
un 7%; en los Presupuestos del actual gobierno sube hasta el 5%); los altos
niveles de abandono escolar temprano (alrededor de un 17%, en 2019, frente a un
10% de la Unión Europea); el alto peso del origen socioeconómico en los
resultados académicos, y el
nivel, en aumento, de segregación por origen social (pasó del 23,1% en 2006 al 23,8% en 2015),
según datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) y del Observatorio Social
de La Caixa.
Termino
volviendo al principio, la extrema necesidad de tener una ciudadanía con un
nivel educativo elevado para lograr una sociedad del bienestar que llegue a
toda la población.
Faltaban
dos días para las elecciones norteamericanas y, con sorpresa y alegría, escuché en la radio que revistas científicas
americanas, de la categoría de Nature, Science, New England entre otras, han
mostrado su apoyo a Joe Bieden y han criticado duramente a Trump por su
desprecio a la ciencia, basado en una ignorancia supina, por sus mentiras, por
su gestión de la pandemia de la Covid-19 y por su negacionismo frente al cambio
climático[4],[5].
Inmediatamente
he pensado, importantísimo este compromiso por parte de las científicas y
científicos, pero si la población en su mayoría no está educada, no es
conocedora de estos problemas, no es capaz de elaborar críticamente sus propias
opiniones al margen de todo el ruido e intereses mediáticos, poco habremos
avanzado en la democracia y nadie nos librará de que energúmenos, como este, lideren
los países. Más y más educación es necesaria.
El título del artículo es en memoria de Luis Eduardo Aute: Cine, más cine, por favor.
[1] https://dedona.wordpress.com/2014/05/20/condorcet-el-origen-de-la-escuela-publica-tribuna-logos/
[2] https://elpais.com/cultura/2020/10/15/babelia/1602748837_466765.html
[4] https://www.latercera.com/que-pasa/noticia/nature-la-revista-cientifica-mas-prestigiosa-del-mundo-anuncia-su-apoyo-a-joe-biden-y-critica-duramente-a-trump/2XZWTA7LFRCBFDH4UJVYJUNAHU/
Me dice una querida amiga que me faltan dos Leyes Orgánica de educación: la LODE (Ley orgánica del Derecho a la Educación) de 1985 de Maravall y la LOPEGCE (Ley Orgánica de la Participación, la Evaluación y el Gobierno de los Centros Docentes) de 1995 de Suarez Pertierra. Tiene razón, pero solo me quería centrar en las leyes de ordenación del Sistema Educativo, que son las cinco que nombré. Con esta ampliación sí que se entiende que la LOMLOE sea la octava ley de educación, como aparece estos días en la prensa. Gracias, Alicia.
ResponderEliminarAprovecho este comentario para recomendar un libro, que ella coordinó y que ofrece un análisis concienzudo y riguroso sobre las leyes de educación hasta la LOE, titulado: "Las Leyes Educativas de la Democracia. Descripción y contraste 1985-2006". Autoras. Alonso Gil, A.; Busto Oliveras, E.; Cárdaba García, A.; González Liceras, P.; Halperín Chervin, A; Laorga Lucas, M.,y Vidal Silva, M.D.
Quien esté interesado en este libro, lo puede pedir utilizando este medio. Solo tendría que pagar los gastos de envío. Muchas gracias.
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