ALOCUCIÓN DE MILLÁN ASTRAY

 22 de enero de 2021

Hoy este artículo versa sobre un personaje con un apodo siniestro, el “Novio de la muerte”, uno de esos Españoles excesivos[1] en palabras de Julián Moreiro.

En una tarea del 20 de febrero de 1937 (Figura 1), sábado por la tarde, mi madre describe que la maestra les ha leído una alocución de Millán Astray que ha aparecido en La Gaceta Regional[2]. En esta tarea después de una breve descripción de las secuelas físicas que han dejado las heridas de las guerras africanas en Millán Astray, aparece el protagonista hablando en primera persona hasta el final del texto. Quizás empezar por las secuelas físicas pretende crear una predisposición positiva hacia él en las niñas, presentarlo como un héroe que conoce en su propio cuerpo las consecuencias de la guerra, generar compasión hacia él, y hacer más creíbles las palabras siguientes que él pronuncia. Millán les dice a los republicanos que no huyan, que se entreguen, que no tienen nada que temer de las “tropas nacionales”, como se autodenominan, si no han matado a nadie.

 


 

Figura 1. Alocución de Millán Astray


Para seguir dando a las niñas la visión de los “buenos” contra los “malos”, de los que vienen a salvar a la Patria de las hordas rojas; para seguir adoctrinándolas en la Santa Cruzada, se les presenta un personaje “generoso”, que llama a la rendición a los republicanos “buenos” que serán bien acogidos y perdonados. Sin embargo, ya se habían producido muchos hechos que desmentían estas palabras, la matanza de Badajoz, la Desbandá, el asesinato de muchos republicanos y republicanas en los pueblos, pero de eso ni una palabra. No se puede permitir ni una mínima grieta en el pensamiento de las niñas, ni una mínima posibilidad de que les surja la duda, de que asome un cierto pensamiento crítico.

Además, no les dicen nada más de este personaje, el fundador de la Legión en 1920, el “Novio de la muerte”, el que grita “Viva la muerte” y que, sin embargo, dice que va a respetar la vida de sus enemigos. Una persona que permitía actitudes y comportamientos muy reprobables en las tropas africanas; pero estas nunca podían, bajo ningún concepto, desobedecer las órdenes, poner en duda las acciones de otros legionarios o cuestionar cualquier acción o actitud de los mandos. Se permitían barbaridades, pero no la posibilidad de presentar un comportamiento ético y de pensar frente a las órdenes de los mandos. Era preciso obedecer al mismo tiempo que se potenciaba un comportamiento nada ejemplar. La obediencia, la sumisión aportaban recompensa.

Parece que el dinero, el alcohol y las mujeres, en su faceta de utilización sexual por parte de los hombres, formaban parte de esa recompensa. Lo que el propio Millán llama “la prosa” entre las razones de los hombres para alistarse a la Legión.[3] Así lo expresa J. Moreiro. “La disciplina ciega, el valor frío, la disposición a socorrer al compañero en apuros (“A mí la Legión” es otro de sus gritos sagrados), el desprecio del peligro y la apetencia de la muerte son los valores que ponen orden en tan heterogénea tropa. Lo demás no importa: ni la crueldad en el trato al enemigo, ni el abuso sobre la población civil. Los jefes hacen la vista gorda y hasta se muestran condescendientes con las tropelías del legionario, pero son capaces de imponer castigos severísimos por la menor falta disciplinaria.

Y con estos antecedentes, con esta forma de pensar, de actuar y de vivir, que les ocultan, hacen creer a las niñas que es fiable, que merece confianza lo que dice Millán Astray en una alocución que le cuenta la maestra a mi madre, un sábado por la tarde, para que la transcriba.

No he sido capaz de encontrar La Gaceta Regional donde aparece la alocución objeto de la actividad escolar, pero sí he encontrado una alocución de este personaje en La Provincia, diario de Huelva, del 22 de noviembre del 36, con el mismo contenido, que se puede observar en la Figura 2.

Como dudo de que podáis leerlo, debido al tamaño de la letra, transcribo aquí la parte de la alocución que es transmitida a mi madre en la escuela.

Españoles: Os engañan vilmente los que dicen que nosotros fusilamos a cuantos enemigos o prisioneros caen en nuestras manos. La pena del fusilamiento solo se aplica a los que por sus crímenes y asesinatos han caído bajo la Ley. Y sabemos que los que han sido engañados y así ciertamente entraron en las filas rojas todos han alcanzado el perdón y están a nuestro lado y otros bajo nuestra generosa vigilancia. Sabed que desde que empezamos las operaciones de nuestra guerra, hemos derrotado a los rojos en todas partes y después de la toma de Badajoz, los vencimos y derrotamos en todas las batallas desde allí hasta los Torrejones y los Caranbacheles.

 


Figura 2. Alocución de Millán Astray, publicada en La provincia, diario de Huelva, el 22 de noviembre de 1936.


Esto es lo que se les cuenta a las niñas, que lógicamente a su edad creerán a pies juntillas si no tienen otra versión de los hechos a través de sus familias o conocidos, en caso de ser republicanos, aunque bien sabemos que quedaron mudos ante el miedo, el horror y el terror que estaban viviendo. No se les dice nada más de este personaje salvo las heridas de guerra que quieren mostrar su pretendida heroicidad o valentía, puesta en duda por algunos historiadores como Paul Preston o escritores como Arturo Barea en “La forja de un rebelde”, junto a sus palabras que quieren mostrar su generosidad. ¿Qué imagen pueden sacar las niñas de este relato? ¿Qué se pretende al contar a las niñas esta versión de los hechos?

Es obvio lo que se pretende. Que las niñas consideren que la razón, la generosidad, la justicia, el valor están de parte de las tropas fascistas; que la guerra que han generado era absolutamente necesaria, que son el Séptimo de Caballería de las películas de indios, aquel al que aplaudían todos los niños y niñas en los cines de barrio en mi infancia, cuando llegaban a masacrar a los mismos. Aunque no eligen muy bien al personaje, porque no parece una persona que merezca ser ejemplo de nada para nadie y menos para unas niñas. O tal vez sí, porque este sea el modelo de hombre que es admirado entre los fascistas. Este es el modelo que quieren transmitir, pero ocultando sus características más nefastas y exaltando otras, como su machismo.

La alocución también nos permite mostrar la capacidad de arengar a las tropas, de exaltar los sentimientos “patrióticos” que exhibía Millán Astray. Por ello, y principalmente por su amistad y apoyo a Franco, es nombrado jefe de la oficina de prensa y propaganda, en octubre de 1936.  Pero solo dura unos meses en el puesto, hasta enero del 37. El conocido suceso que protagonizó con Unamuno en la Universidad de Salamanca parece que fue decisivo en su destitución, junto con una falta de credibilidad de la que gozaba en algunos sectores.

Además de eliminar físicamente a muchas personas que no compartían su forma de pensar, su gobierno dictatorial, y de introducir el miedo en cada familia, en cada casa, en cada lugar, de forma que el silencio se impuso de una manera automática (muchos jamás consiguieron que su familia hablase de lo ocurrido), su labor en las escuelas fue perseverante, machacona y dirigida a anular cualquier pensamiento libre. Y tuvieron éxito, desgraciadamente tuvieron éxito.

Sobre el autosilencio impuesto en las familias, encontramos, entre muchos, el relato de Enrique Díez[4]: "Fabero fue un pueblo con esclavos del franquismo, represaliados a los que pusieron a trabajar en un campo de concentración en la mina. Nos llamó la atención que, cuando preguntamos, de los 21 estudiantes que había en la clase solo una sabía algo de aquello, y no porque se lo hubieran contado en la escuela o instituto. Lo llamativo es que casi todos habían tenido abuelos o bisabuelos represaliados, era la historia de su propia familia la que desconocían". 

Las actividades del cuaderno muestran con claridad el adoctrinamiento tan terrible, tan contundente, sin permitir ningún respiro, que sufrieron nuestros padres y madres, y que también llegó a nuestra generación. El franquismo caló hasta el tuétano de los huesos y sigue presente en el pensamiento de parte de nuestra sociedad, aunque permanezca oculto en el subsuelo, aunque nos neguemos a admitirlo. Cuando en la escuela te marcan a fuego algunas ideas, algunos principios, algunas emociones, como por ejemplo, el sentimiento de culpa que generamos las mujeres en muchas situaciones como consecuencia de la formación judeo-cristiana; encierra un alto grado de dificultad liberarse de las marcas, a veces casi invisibles, que nos dejan. Se necesita mucho espíritu crítico y rebeldía para hacerlo, características de las que no goza toda la población.

Este hecho lo he discutido en bastantes ocasiones con amigos y amigas, que no comparten mi opinión, terminando la discusión con apelativos hacía mí de exagerada y dogmática. Por eso, me ha llenado de satisfacción leer recientemente una entrevista de Francisco Espinosa, eminente historiador extremeño de Badajoz, lugar que conoció bien la represión franquista, y encontrar que este autor lo expresa de una manera totalmente contundente: “El franquismo practicó una lobotomía a la población de la que todavía no nos hemos recuperado”.[5]

Continúa diciendo: “La brutalidad y bestialidad con la que el franquismo acabó con aquellos años de vitalidad de la sociedad española, con una vida política impresionante, tiene todavía repercusiones.

 …. Durante años se ha dicho mucho de padres a hijos aquello de 'No te metas en política' y puede que todavía algún padre o algún abuelo se lo diga a su hijo o nieto. El miedo a que los hijos entraran en política nace precisamente de esa venganza de las derechas. Fue una venganza sin límite, se mató de una manera atroz. La dictadura estuvo matando casi de manera consecutiva más de 20 años y la violencia llegó hasta el final de sus días. En ese tiempo pudieron moldear la mentalidad de la población a base de violencia, terror y robos. La España actual parte de ahí.”

Yo añadiría: también pudieron moldear la mentalidad de la población con la educación de millones de niñas y niños en los pueblos de España, como muestran las tareas y actividades que hacía mi madre a los 10 años en una escuela franquista. La derecha, junto con la Iglesia, conocen de primera mano lo que significa adoctrinamiento de la infancia y de la juventud, por eso están en contra de la escuela pública y laica.

Un estudio realizado por Enrique Diez sobre el tratamiento de la guerra civil y la represión franquista en los libros de texto de Historia actuales, para 3º y 4º de la ESO y Bachillerato[6], le lleva a señalar que en la actualidad estos libros de texto “siguen blanqueando el franquismo”, 40 años después de la muerte del dictador. Se pasa de la exaltación durante la guerra civil, en la zona en manos de los golpistas, como podemos ver en el cuaderno de mi madre, al blanqueo en el momento actual; de posiciones de patriotismo barato de “Una, grande y Libre” o “Arriba España” a posiciones de equidistancia entre el fascismo y la democracia. Se sigue ocultando la verdad a la juventud, se sigue dando una capa de barniz que da brillo o disfraza a la dictadura represora que sufrió nuestro país. Para que podamos avanzar en la democracia, para conseguir una democracia madura sin ocultamientos o falsedades, hay que superar “la asignatura pendiente”[7] que tenemos como país. La escuela, la educación ofrecen el mejor camino, si realmente están comprometidas en ello. No se pretende el revanchismo ni la venganza ni todas esas ignominias de las que hablan los que quieren ocultar su pasado particular, como decía el poeta argentino Juan Gelman[8], premio Cervantes en 2007. Se persigue el conocimiento de los hechos, tal y como ocurrieron. Los hechos hablan de la verdad.

Para terminar, desde el punto de vista didáctico, llama la atención el cambio en el narrador en una actividad de una niña de 10 años: pasa de describir en tercera persona a hablar en primera persona. Como vienen demostrando las distintas actividades vistas hasta ahora, es muy posible que las tareas fuesen dictados o redacciones muy dirigidas.

 

[1] Españoles excesivos. Julián Moreiro. 2008. Editorial EDAF S.L.