EN LA SEGUNDA OLA

 30 de septiembre de 2020

Hace tiempo que Madrid llegó a lo que se llamó la “nueva normalidad”, si consideramos que ese es el momento en que se terminó la desescalada, y pudimos compartir de nuevo nuestro tiempo con amigos y familiares, nos pudimos mover sin casi ninguna restricción, pudimos invadir de nuevo las calles y las calzadas con coches, aunque nuestra cara estuviese casi totalmente cubierta, aunque el movimiento estuviese restringido por el auto control que cada uno se impusiese. Todo ocurre tan rápido, que ese momento casi se nos ha olvidado, y ahora estamos entrando o estamos ya dentro de la segunda ola de la pandemia. En la gripe de 1918, la llamada gripe española, la segunda ola se produjo a finales de agosto, casi cuando ha empezado aquí en algunas partes del territorio español. Ha pasado un siglo, la ciencia ha avanzado, la tecnología ha avanzado, no estamos en ninguna guerra mundial, que enmascare la pandemia, y parece que hemos aprendido poco, muy poco.

Al principio de la pandemia, el virus nos sorprendió a todos, nos pilló desprevenidos, nos superaba la nueva situación, y la solidaridad, las buenas intenciones, aquellos aplausos, aquella música, aquellas actuaciones en los balcones a las ocho de la tarde, parecían dar algunas esperanzas de mejorar el mundo, incluso para los más escépticos, entre los que me encontraba. Pero el día a día se empeña en mostrarnos lo contrario. La violencia machista no ha aumentado, pero está agazapada; el acoso escolar ha continuado por vía digital y se teme que en las condiciones actuales aumente; la penuria de la vida para algunos se ha acentuado mucho; la xenofobia, el clasismo parece que se han exacerbado, jaleados por algunas políticas y políticos, no por tod@s.

Además, esta pandemia ha sacado a la luz las deficiencias de este sistema que rige nuestro mundo; deficiencias que, tal vez, permanecían obscuras para algunas o muchas personas, pero eran evidentes para muchas otras. Un sistema capitalista basado en el mantenimiento de las diferencias sociales, en los privilegios de unos frente a otros, en la explotación de una parte de la humanidad por la otra. Y que un virus nos ha puesto más claramente delante de las narices. Veamos, algunos ejemplos concretos. Sobre la Sanidad Española se repetía hasta la saciedad que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo. Pero sabíamos de las demoras en las consultas, de las listas de espera, de los recortes, de las privatizaciones, de las reivindicaciones de la Marea Blanca, pero se repetía, se repetía para ver si no veíamos las deficiencias y nos sentíamos orgullos@s de un sistema que se sabía que se estaba avocando a la caída libre. No obstante, y a pesar de todo, much@s seguimos pensando que tenemos un sistema de sanidad pública muy bueno, que no queremos perder, sino mejorar.

No hay ningún sistema por muy excelente que sea, que aguante los envites que la sanidad española lleva recibiendo durante décadas, principalmente en Madrid. No voy a entrar en los datos, fácilmente accesibles[1] y que acompañados de las declaraciones de sanitari@s, ponen en evidencia que la sanidad pública madrileña está una situación difícil, tras esa política de privatizaciones y recortes, año tras año. El afán privatizador, neoliberal a ultranza y de privilegios a los más cercanos (capitalismo de amiguetes) producen los resultados que estamos viendo. No solo en Madrid, no solo en España, sino también en otros países.

La primera vez que estuve en Inglaterra fue en el verano de 1975, todavía vivía Franco. Todo el mundo nos decía, “No preocuparos, el sistema sanitario británico es fabuloso, es universal, es para todas y todos que tengan problemas sanitarios en el Reino Unido; en cualquier problema de salud que os ocurra, seréis atendidos con calidad y gratuitamente”. Volví en el año 86, entonces para vivir durante dos años. M. Tatcher llevaba en el poder desde 1979 y, como neoliberal hasta la médula que era, había destruido gran parte de los servicios públicos. La sanidad ya no brillaba como en el pasado y además estaba demostrando que la sanidad privada era más costosa[2], pero eso no les importa a los adalides del neoliberalismo. En 2013 se publica un informe oficial demoledor, sobre el que dice la prensa británica, The Guardian: El informe ha identificado al culpable: es la cultura del NHS (National Health System), que mira por el negocio y no por los pacientes”. “Se denuncia una cultura inspirada en la ideología de los dirigentes empresariales, en la que éstos ven el vaso medio lleno, cuando en realidad está vacío. Porque subraya que la “baja calidad” que ponía en riesgo a los pacientes era tolerada…”[3]

Y este modelo británico de privatizaciones y recortes de la sanidad pública es el que se ha seguido en España, en Madrid. Y así hemos llegado a hoy, en que la Atención Primaria, la base del sistema sanitario, la primera rueda que debe estar bien engrasada para que el que el sistema funcione, denuncia su falta de recursos, las malas condiciones económicas y laborales y el maltrato hacia sus profesionales, que huyen a otras Comunidades Autónomas y a otros países. Y todo esto lo ha puesto sobre la mesa un virus, aunque llevaba décadas ocurriendo, mientras que nos movíamos bajo el lema de lo bueno que era el sistema sanitario español, pero conociendo todos los indicadores que teníamos frente a los ojos y la presencia permanente de la Marea Blanca en la calle. Y la sanidad explotó. Y pasamos de los aplausos en las ventanas y en los balcones a un mayor número de vejaciones al personal sanitario[4], porque la gente siente que no está atendida, que está discriminada, que está abandonada. Y en este abandono brama contra los más cercanos, ayudada por la caverna mediática, que miente con una falta de escrúpulos total y que tiene solo una finalidad, poner fin al gobierno central, sin ninguna moralidad ni importarle los medios.

En el pueblo en el que vivo, el alcalde repite hasta la saciedad que contamos en nuestro municipio con una educación excelente. Yo añado que la educación pública lleva sufriendo ataques de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid lustro tras lustro, dando todos los privilegios imaginables (más número de grupos por nivel, sobreratios, permitiendo cobrar cuotas ilegales, …) a los centros privados-concertados (centros privados que reciben dinero público) frente a los públicos. No podemos olvidar que, para mantener una Educación Pública de calidad, excelente, hay que cuidarla. Las palabras de reconocimiento no acompañadas por acciones de trato justo, cuidados y mimos pueden conducir a cualquier servicio público a lo ocurrido con la sanidad pública en Madrid.

Todo lo que no se cuida y se somete a una muerte lenta, se deteriora. Es la intención de algunos con los servicios públicos que son para todo@s sin distinciones.

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